La
grandiosa y amplia obra de Le Corbusier, tanto pictórica como arquitectónica,
se divide fácilmente en etapas, muy marcadas por sus vivencias personales:
La primera de las etapas corresponde al espacio temporal de
1907 a 1911, durante el cual Le Corbusier realiza sus primeros viajes como toma
de contacto con una arquitectura viva, una arquitectura construida. La segunda
etapa comprende desde 1918 hasta 1922, en la cual muestra el afán de control en
sus bocetos y la búsqueda de líneas puras. La tercera, muy marcada por el
estudio matemático de la organización de las formas y el espacio – se le
galardona con el premio Doctor Honoris Causa en filosofía matemática – abarca hasta
el año 1933. Y la última y cuarta etapa, caracterizada por el estudio del
Modular, que comienza en el año 1943.
Tras
sumar un total de cuatro etapas, comúnmente se resumen en tres, con los nombres
de:
·
Etapa Purista.
·
Etapa de Transición.
·
Etapa Brutalista.
A
pesar de que nuestro propósito de estudio es la tercera y última etapa, El
Brutalismo, es interesante hacer, en añadido, un breve pero útil recorrido por
las anteriores, con el fin de comprender en mayor medida la evolución de la obra
de Le Corbusier:
En los inicios de su carrera, el brillante suizo apuesta por
la funcionalidad y la simplicidad. Entre la abrumadora nueva era de la tecnología
y el modernismo, Le Corbusier busca “La estética del ingeniero”, es decir, el
diseño para la producción. Además, durante este período redacta los llamados “Cinco
puntos para una Arquitectura nueva” – Pilotis, Planta Libre, Fachada Libre,
Ventana Corrida y Cubierta Ajardinada -, lo cual no hace más que reforzar la
idea de una forma pura y similar en todas sus obras.
En la llamada época de transición, Le Corbusier no hace más
que prepararse para el que será su “paso innovador”. Abandona la fe en lo beneficioso
de la era de la máquina; así es que empieza a experimentar con los materiales,
la distribución, etc. También destaca su empeño por el urbanismo, siendo
conocidos los planes realizados para Río de Janeiro y Argel.
Llegamos, pues, a la última fase del arquitecto: el
Brutalismo. El nombre no hace más que enfatizar la monumentalidad de los
proyectos de la etapa, basados en grandes bloques de hormigón: el material
estrella. Si bien más que el propio hormigón, se buscaba el juego de texturas.
Le Corbusier aprovecha la aspereza del material al sacarlo de los maderos que
constituían el molde. Siguiendo, normalmente, con la utilización de las formas
geométricas básicas, introduce también un toque plástico, aportando color –
amarillo, rojo o azul – a las fachadas. Así, Le Corbusier consigue levantar edificios
totalmente emblemáticos que posteriormente servirán de ejemplo a toda la
arquitectura emergente del momento. Como ejemplos podemos mencionar la Unité
Habitational Marsella o la famosa Iglesia de Ronchamp, ente otros. Además, por su puesto, de
la casa de uso residencial de nuestro estudio, en la que profundizamos a
continuación.
Hola, ¿me dices cuales son tus referencias?
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